BARBIE & THE MAKING OF A Budhagirl
No puedo evitar resistirme a la ola de Barbie-manía que se apodera de todas las plataformas sociales. Pero no puedo. Barbie ha formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón.
Barbie era mi juguete favorito, y hoy entiendo por qué. Reforzaba los principios de sentirse guapa que me inculcó mi madre y que muy probablemente influyeron en mi pasión por lo que se convertiría en mi carrera en el mundo de la moda.
Lo que más me gustaba era cómo podía cambiar a Barbie; no era estática. Podía ser bailarina, médico, banquera, estrella de cine y mi mejor amiga.
Yo era una niña solitaria. Mi hermano era siete años mayor y no estaba muy interesado en su hermana pequeña. Mi padre tenía 60 años cuando yo nací y pertenecía a una generación en la que a los niños se les veía -a veces- y no se les oía. Mi madre estaba ocupada cuidando de nuestras casas y de mi padre.
Nadie jugaba conmigo excepto Barbie.
Barbie era más que una muñeca; me animaba a imaginar, a crear y a ser curiosa. Jugué a representar innumerables historias diferentes, incluso de los libros que leía. Creaba fabulosos telones de fondo para las historias. Siempre odié el horrible y brillante color rosa chicle que cubría su vida, agravado aún más por el amarillo sol y el azul cielo (asco) de la casa de muñecas Barbie. Yo, por mi parte, creaba telones de fondo elegantes y relajantes -la casa de Barbie que creé se inclinaba hacia un estilo Angelo Donghia-, cogía los retazos que le sobraban a mi madre de telas de tapicería, sedas y moirés, terciopelos y damascos, lanas y pieles. Cortaba, pegaba y tapizaba cualquier cosa para ocultar ese horrible rosa. Recuerda, hay una gran diferencia entre Bubblegum y Budhagirl.
Hoy, me enfrento de nuevo a la imagen de Barbie. La relación imposible entre cadera, cintura y pecho, los pies doblados 90˙ con arcos que podrían sostener un estadio, los ojos grandes y el pelo sedoso. Nunca me sentí menos por estos atributos, ni los deseé necesariamente, pero desempeñaron un papel fundamental en mi forma de ver la moda y la figura. A principios de los 80, cuando tenía veinte años, escuché las primeras oleadas de sentimiento anti-Barbie, que adoptaban la postura de que su imagen era perjudicial para las niñas. Hoy, como en todo, el péndulo sigue oscilando y, sin embargo, la imagen de Barbie no ha cambiado. ¿Y qué ha cambiado?
Lo que ha cambiado es nuestra forma de pensar. Aunque el exterior de Barbie siga siendo tan plástico como siempre, su interior es lo que la convierte en un objetivo para las niñas que todos llevamos dentro.
La verdadera belleza de Barbie es cómo piensa, cómo se comporta.
Todas podemos ser inteligentes, ambiciosas y tener talento, y prácticamente ninguna de nosotras se parecerá a nuestra querida Barbie; pero esa nunca fue su intención.
Me siento mejor ahora que he escrito esto. Durante mucho tiempo, temí que me juzgaran por admitir que Barbie. Hoy se comprende cada vez mejor que debemos respetar y amar a las personas por lo que son, por su aspecto exacto y por lo que se esfuerzan por ser. Esta comprensión me ha hecho darme cuenta de que ya no debo ocultar mi amor por la muñeca que sigue siendo la imagen de una mujer absolutamente fabulosa.
PD: Olvídate del muñeco. Sólo es Ken.
Barbie® es una marca registrada de Mattel, Inc. Nuestras historias personales sobre Barbie y nuestros productos no están avalados en modo alguno por Mattel, Inc.